Este es un espacio donde, de tanto en tanto, artistas aficionados abordamos un tema distinto, cada uno desde un enfoque y formato diferente, como pueden ser la fotografía, la poesía, la prosa, el dibujo, la animación, el collage o lo que venga...

javi (cuentos)

CAMA PARA 1000

      En el mismísimo momento que comenzaba el banquete de lujuria hacían su ingreso los invitados. Ellos amándose como si se acabara el mundo, mientras por la puerta del cuarto entraban un grupo bastante particular de personitas. Eran personas normales, de carne y hueso, pero con una estatura aproximada de treinta centímetros. Se iban repartiendo por la habitación o se subían a la cama ayudándose unas a otras. Para ellos era algo normal. Pertenecían al pasado y/o al presente de ambos. La concurrencia era de lo mas variada. Antiguos amantes, prostitutas del Parque Rodó, caferatas del Once, el primer hombre de ella, la prima con la que el había debutado, Sandro, la Coca Sarli, compañeritos de la colonia de vacaciones, profesores de la facultad, Alfredo Zitarrosa, amigos del primario, operarios de la fabrica, ex presidentes, actrices famosas y no tanto, jugadores puntanos de hockey sobre patines, escritores, artesanos, empleados del correo, inspectores municipales, cuñados, nadadoras olímpicas y muchos/as mas. Las conversaciones entre ellos eran de lo mas variadas. Elogios al culo de ella, aplausos por alguna posición amatoria rebuscada, abucheos cuando la cosa terminaba rápido y sobre todo insultos y reproches de parte de antiguas parejas heridas en sus sentimientos. Así era esta cama, igual a todas. Una cama para 1000.



ADORABLES RECUERDOS

   En alguna montaña perdida de la Patagonia, a tres días de toda civilización, dos jóvenes queman su tiempo acostados sobre la hierba.

- Uuy, mirá, un cóndor.
- Yo siempre quise ser un cóndor. ¿Y vos?
- Un tigre de Bengala. Tiene presencia y le hace el aguante a cualquier animal. Además, a mí me encanta comer y en una revista leí que comen un montón de kilos de carne por día.
- Eso es una estupidez. Porque comer, si es por eso, comes la cantidad que quieras, y como ser humano. Yo apunto a las cualidades que los humanos no tenemos, como volar o planear, como el cóndor.
- Sí, tenés razón... Aunque en realidad, no es tan así. Porque el tigre come esa cantidad para vivir y está flaco. Si yo como todo lo que tengo ganas, exploto y las minas no me dan bola. No hay que inmolarse kilocalóricamente a esta edad.
- Mi sueño es volar, no comer como un cerdo... o un tigre. Y vivir acá en la montaña, sin tener que pagar pasajes para venir y poder estar todo el año.
- Seguro que el sueño del cóndor es poder caminar y no tener que estar todo el año acá, cagándose de frío y viendo siempre estas mismas montañas. Es así, el inconformismo del ser humano.
- Pero el cóndor no es humano...
- Bueno, eso, el inconformismo del ser viviente. Yo, cuando veo un águila, me acuerdo de mi infancia
- ¿Y qué tiene que ver?
- No sé, cóndor, águila, es todo más o menos lo mismo. Son pájaros.
- ¿Pero qué es lo que te hace recordar de tu infancia?
- Águila, el chocolate. Mi viejo trabajó en la fábrica y para fin de año le regalaban una caja llena de cosas riquísimas. ¿Cuál es tu recuerdo más lindo de la infancia?
- No, el más lindo no te lo puedo contar. Si querés te cue...
- Pará, ¿por qué no me lo podés contar?, si es lindo...
- Porque se lo regalé a una mina.
- ¿Qué?.. pero, de qué carajo me hablás, no se puede regalar un recuerdo. Podés regalar confites, lápices, zapatillas, hasta pájaros. Pero un recuerdo no se toca, y lo que no se toca no se puede regalar.
- Bueno, pero yo lo regalé mi recuerdo más lindo. Punto. Si querés, te cuento el que me regaló ella.
- ¿Ella te regaló uno? Qué par de limados...
- ¿Te interesa o no?
- Y, bueno, dale, ya que no me podés contar el tuyo, contáme el de ella.
- Resulta que cuando esta piba era chiquita, tenía unos primos más grandes que ella. Corrían carreras en la pileta y le deban ventaja para que ganara.
- Qué loco, no?
- Y sí, era chica, le daban ventaja para...
- No por eso. Digo, uno quizás recuerda cosas y las guarda lo más profundo de su corazón y para el otro...
- ¿Qué otro?
- El otro, o los otros, protagonistas del recuerdo quizás ni se acuerdan de eso.
- Ah...
- Yo no sé nadar.
- Mentira. No te creo.
- ¿Y por qué te voy a mentir con eso?
- Pero... ¿cómo no vas a saber nadar?
- Y... no sé. Me da fobia el agua. Soy hidrofóbico, no me disuelvo en solventes polares.
- Qué grosso. Yo tengo un tío que trabaja en el Chocón.
- ¿Y?
- Que trabaja en una represa hidroeléctrica. Puede agarrarse algo parecido a lo tuyo.
- ¡Qué animal que sos! No te das cuenta que no es una enfermedad, es un desplante de la cabeza.
- Bueno, que se yo. Vos porque estudiaste anatomía en la facultad.
- Aha. Che, ¿ya murió?


Quince minutos de absoluto silencio. El clima patagónico hace gala de su bravura. En cinco minutos se parte el cielo en mil pedazos.


- Uh... llueve.
- Justo...


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